Deus in lapidem (Dios en la piedra) es un ejercicio
a muy pequeña escala para desautorizar la idea y existencia de Dios como ser
sobrenatural. Y para evidenciar su existencia, no como ente superior existente
en algún lugar del espacio físico, sino como construcción abstracta y virtual
humana.
El
conjunto, formado por materiales reciclados (un fragmento de mármol marrón
emperador, sobre el que se ha intervenido con pintura, se encaja sobre una
peana de madera de pino, continuadora de su forma) conforma una pieza a la que se
le ha dado una nueva significación e invoca la deidad, pero la desenlaza del
carácter tradicional de este tipo de piezas al no ser una representación de
aspecto religioso ni figurativo. No es esta vertiente la que le aporta
significado, sino la construcción abstracta plasmada en sus superficies.
La obra
juega con los ángulos, su disposición como acordeón doble permite mostrar tres
visiones posibles.
Frontalmente
se representa una consecución desordenada de formas sin aparente sentido, una
visión mutilada de Alfa y Omega, los símbolos que, yuxtapuestos, forman el
nombre de Dios en el alfabeto griego.
Se puede
intuir su forma final con esta vista y dotarla de sentido, pero no de un
sentido completo, puesto que se trata de pedazos. Para ello debe identificarse
cada una de sus partes, por tanto, verlas previamente.
Desde cada
uno de sus laterales, alineando visualmente los diferentes planos del acordeón,
se visualizan separadamente las letras Alfa y Omega, condición que impide
verlas a la vez. Dos conceptos que van unidos están obligados a separarse,
aislando cada letra en una sola visión y diluyendo su significado global.
En
conjunto, se visualizan dos letras, cuyo significado nombra a Dios, pero solo
completas por separado, discriminando una de otra y por ello la unidad y su
asociación como significado completo.
Solo
frontalmente podemos ver el conjunto de pedazos de forma desordenada, pero la
asociación de las formas y por ende su significado completo y la idea residente
en ello ocurren únicamente en nuestra mente.
La pieza
exhorta al espectador a desmarcarse de una sola visión sugestionada por la
asociación aproximada de las formas vistas en conjunto, invitando a
desencriptar las letras desordenadas, por ello obliga a mirar una sola visión
cada vez, lo que significa cada una de las letras un tiempo a la vez. Induce a
no mantener una sola visión y no marginar el resto, rotando a su alrededor
obliga a leer entre líneas y formar una construcción abstracta de su
significado mediante su disposición.
Dios es
solo un espejismo, exclusivamente significante dentro de nuestros cerebros, no
es algo o alguien que exista en un plano físico y real, es una construcción
abstracta y virtual humana.